lunes, 23 de julio de 2018

¿QUÉ PENSARÍA ANA FRANK DEL BLOQUEO DE SUMINISTROS A GAZA?



En 1993, cuando estaba en 2° medio, estudiando en un colegio de monjas del cual quería salir corriendo, cayó en mis manos un libro que me impresionó: “Los hornos de Hitler”. En él, la autora exponía el nivel de locura y desprecio por la vida humana, que a ella le tocó sufrir; y yo llegué a sentir la más profunda admiración por el pueblo judío y su resciliencia para no perecer, para prevalecer cuando quieren exterminarte y quitarte todo, hasta la humanidad. Como era yo muy joven y pensaba que tener una religión era necesario para vivir, y la que me habían impuesto me repugnaba absolutamente por su falta de coherencia con lo que se supone es el amor fraterno de Cristo, pensé seriamente en hacerme judía y cambiarme al bando del “Señor de la Justicia”.
Hoy en día, laica, con 25 años más en el cuerpo y muchos más libros e información encima, y considerando personalmente que los dioses no son más que las ideas con las que el hombre busca dar un sentido a su pequeña existencia, me deja perpleja la actitud del Estado de Israel y la forma en que se ha comportado con el pueblo palestino. Puedo llegar a entender (sin justificar) que luego de la declaración de independencia de Israel en 1948, que fue lamentablemente rechazada por Palestina, el estado naciente iniciara una lucha armada para consolidarse.  No obstante, han pasado 70 años desde aquello, y tristemente el Estado de Israel, ya consolidado y con una calidad de vida del primer mundo para sus ciudadanos, se ha portado en los últimos años como si hubiese perdido la memoria respecto al dolor que significa para un ser humano, ser expulsado de su casa, acosado, tratado como ganado, y masacrado.
Es esa perplejidad por la falta de coherencia y no antisemitismo, lo que tiene al mundo entero apoyando a Palestina, pero lamentablemente Israel, a pesar de estar en una posición claramente dominante y privilegiada para solucionar la situación, todo lo percibe como un ataque, incluso cuando es el él quien ataca. Ciertamente, Israel se defiende diciendo que su estado está peligro, pero a la luz de los hechos, eso no es más que una justificación vacía para no hacerse cargo del ataque población civil y la ocupación territorial, y es eso lo que el mundo censura: la falta de simetría en la guerra; es como si 10 hombres pelearan contra uno solo, le sacaran la cresta, y esos mismos 10 se auto denominaran valientes y justos. Es la falta de justicia al hacer la guerra.
Debemos recordar que, en 1947, la ONU, aprobó la creación de dos estados, uno israelí y otro palestino, en lo que había sido el Protectorado Británico de Palestina; ello, como consecuencia de la necesidad de resolver de la manera más justa posible los horrores del holocausto, y la necesidad de reubicar a miles de personas que no querían ser recibidas en ninguna parte.
 Ahora bien, lejos de acatar la resolución, los hijos de la justicia se tomaron la revancha con el más débil, ocuparon terrenos palestinos “muñequeando” por la propiedad de Jerusalén, y hoy el pueblo palestino está prácticamente circunscrito al gueto de Gaza,  absolutamente superpoblado y caratulado como población de segunda clase, por parte de Israel.
Hace unos días se aprobó en el parlamento israelí, la ley Estado- Nación, que consagra a Israel como una patria judía, y declara el hebreo como lengua oficial. Es evidente que un estado soberano tiene derecho a auto determinarse libremente y decidir cómo habla, cómo escribe y en qué dios o idea cree, pero lamentablemente ante la comunidad internacional, aquello se lee como un “no voy a parar”, y considerando la particular situación de Israel y Palestina, parece más una provocación; tal como quien pretende apagar un incendio con bencina pues, el pueblo palestino, es también un pueblo que ama su propia fe, sus sueños de libertad y considera a Jerusalén como una ciudad santa, a cuya parte oriental ha declarado capital de su estado, el cual ha sido reconocido por varios países, entre ellos Chile.
Es importante aclarar que, el reconocimiento al Estado Palestino, no constituye apoyo a un estado por sobre otro, ni al islamismo en desmedro del judaísmo; porque para un laico, la religión y el estado son dos cosas distintas que no deben mezclarse: ambos estados deben existir; y no obstante, es imposible no empatizar con los palestinos, quienes están siendo atacados, lamentablemente, por un pueblo que hace 75 años fue, asimismo, vejado salvajemente.
Lo más inverosímil de todo, para aquellos que aún no creen en lo circular de la historia (o en la falta de memoria del ser humano) es que Israel, pretendiendo alejar a “los terroristas palestinos”, ha construido un muro, tal como hubo en Varsovia un día; ello, sin contar con que desde hace días  Gaza, el gueto moderno, se encuentra aislado por las tropas israelíes respecto de los suministros que entran a la ciudad y está sin combustible. ¿Le suena familiar la historia?
Ahora bien, tampoco creo que esta conducta se deba a una maldad sionista o alguna cosa del tipo teoría conspirativa, sino que, creo que el pueblo judío, aún tiene el trauma del holocausto muy encima, y aquello ha trascendido al estado que formó, entonces tratando de sobrevivir bombardea todo lo que se mueve, pero ya está: en esta ocasión no son las víctimas; por eso, hoy ni la ONU les presta blindaje; y es que, ya no da para más la situación en Gaza.

¿QUÉ PENSARÍA ANA FRANK DEL BLOQUEO DE SUMINISTROS A GAZA?

En 1993, cuando estaba en 2° medio, estudiando en un colegio de monjas del cual quería salir corriendo, cayó en mis manos un libro que ...