domingo, 22 de octubre de 2017

BUSCANDO EL SENTIDO DE LA LIBERTAD EN EL REINO DE LO ABSURDO (Cuando la Matrix te ataca)




No es fácil vivir en Chile, el tipo de sociedad en que se convirtió este país, a raíz de la crisis política en el gobierno de Salvador Allende y el posterior quiebre institucional de 1973 por causa del golpe de Estado, es una de tipo profundamente hostil con la mayoría de las personas que viven en ella, pero maquillada de buena onda. 

Si bien podemos decir que Chile es un país moderno y que funciona con relativa eficiencia; en  muchos aspectos, el sistema es profundamente agresivo, lo que tiene varias explicaciones y causas.
No es revictimización, decir que, una de las razones evidentes de esta patria hostil fue el golpe de Estado del 73, que terminó por quebrar una sociedad que ya estaba muy dañada por la actitud poco cooperativa de todos sus actores. Sin duda para el pueblo de Chile, fue un trauma ver a su propio ejército traicionar, asesinar, torturar y reprimir a las mismas personas que había jurado defender. Se pasaron la bandera por el orto.

Una traición como esa vuelve a cualquiera hostil o profundamente descreído, lo cual vino genial con la nueva idea de individualismo a ultranza y defensa férrea de un concepto errado y contradictorio de la libertad, que sólo la derecha chilena encuentra coherente. Por ello, resulta aterrador por ejemplo, escuchar a Kast y su particular concepto de libertad, pues uno siente que el candidato aludido está pegado en 1981, y que de hecho, hubiese sido el invitado ideal a aquel recordado programa misceláneo,“Martes 13”.

En efecto, cuando escucho a los candidatos de derecha hablando de libertad, después de avalar la colusión, acto profundamente anti libertario en materia económica;  de utilizar información privilegiada, de negarse sistemáticamente a otorgar a las mujeres el derecho de decidir en libertad sobre sus cuerpos, de negase a discutir respecto del matrimonio igualitario, de amenazar con acabar con la gratuidad en la educación, por concebirla como un bien de consumo, y de defender solamente la propiedad privada de los mega capitales en desmedro descarado de los pequeños emprendedores, uno ve claramente que, nuestra derecha no es más que un grupo de farsantes que se interesan en la política para su propio beneficio, pero de libertarios NADA.

Y es que cuando pienso en la libertad como valor, como idea, se me vienen a la mente una serie de errores y horrores cometidos en su nombre, partiendo por el golpe de Estado. Nos atacó nuestro ejército, nos ataca el sistema económico neoliberal implantado a rajatabla y nuestro sistema jurídico, también nos ataca. 

En efecto, en este país vivimos en el absurdo estar a merced de un texto constitucional redactado por la “Comisión Ortúzar”, compuesta por 8 personas (todas de la derecha más conservadora), y cuya votación en urnas se realizó a punta de bayoneta. 

En efecto, en la actual Constitución el derecho más importante es el derecho de propiedad, pero ¿la propiedad de quién se protege con tanto ahínco? Ciertamente el Estado fue dejado al margen de esta protección al derecho de propiedad, y de la mano del principio de subsidiariedad se ha quedado fuera también, de la libertad para emprender cualquier actividad económica que no sea contraria las leyes, la moral y el orden público. ¿Qué hace un Estado al cual le está prácticamente prohibido emprender?, ¿cómo genera empleo no burocrático y sustentable? 

Resulta falaz señalar que, para defender la libertad sólo los privados están llamados a generar empresa y empleo. Sobre todo, considerando lo concentrado del mercado, en donde un puñado de grupos económicos, tienen participación en todas las áreas productivas, acaparando el mercado para sí, en desmedro de los pequeños emprendedores quienes soportan la mayor carga impositiva, y corren más riesgos a la hora de invertir.  Pregúntese usted, si a los proveedores de Horst Paulmann quienes reciben su dinero con 90 días de desfase, les parece justo recibir el precio por lo que vendieron hoy en 3 meses después, o si los bancos son tan indulgentes con sus deudores, o si la cajera del súper le va a vender la coca cola si le faltan los mismos $3 que jamás le da a usted de vuelto. Evidente que no.

De este modo, un Estado sin recursos, o con poca capacidad para generarlos si carece de ellos, poco puede hacer cuando se trata de defender los derechos de los más desprotegidos o de los más audaces emprendedores (pequeña y mediana empresa). Paradójicamente, esta falta de autonomía económica del Estado impuesta por la elite, es la que debilita la democracia, frena la economía, genera malestar social y conductas sociopáticas de todo tipo. En una economía de mercado, si no tienes recursos estás condenado a desaparecer. Eres nadie.

Lo absurdo es que, ese mismo texto constitucional cuya aprobación estaba prevista sí o sí por el gobierno militar, nos impide cambiar la Constitución, salvo en la forma en que la Constitución misma ordena (sin la participación del pueblo), lo cual es un atentado flagrante a la Libertad, al sano diálogo en una sociedad moderna; y una falta absoluta de inteligencia por parte de las élites, pues un país moderno que aspira ser desarrollado, a jugar en la “A”, puede y debe otorgarse libre y pacíficamente una nueva Constitución que refleje los deseos y aspiraciones de esta nueva sociedad chilena que busca ser más cooperativa, tolerante, libertaria e inclusiva, sin que ello implique el desprecio por la propiedad privada.

En suma, buscamos construir una sociedad que permita que, todos y cada uno de sus habitantes alcancen su máximo desarrollo, de tal suerte que, la ciudadanía toda aporte desde su particular trinchera, al desarrollo económico, social, cultural y político del país. Para lo anterior, es fundamental fomentar la paz social, el crecimiento económico, y el respeto por las libertades de todos, lo cual evidentemente implica propugnar por una sociedad educada, puesto que, una ciudadanía preparada para enfrentar el mundo y discernirlo, sabe que para disfrutar de los derechos fundamentales que aspira otorgarse, han de asumirse asimismo, varios deberes ciudadanos.

En la izquierda chilena del siglo XXI, no abogamos por la eliminación de la propiedad privada, ni por el desmantelamiento del mercado financiero, pues sabemos y entendemos que son importantes herramientas para el desarrollo social e integral de la ciudadanía. Muchos usamos tarjetas de crédito, pagamos un crédito hipotecario, nos encanta salir a comer cuando hay algo de plata, etc.
La diferencia radica en que nosotros sí creemos en la Libertad (así con mayúscula) como un valor inalienable del ser humano, somos libres mucho más que para emprender económicamente y comprar. Somos libres de elegir con quién nos queremos casar, si queremos o no tener hijos, somos libres de elegir a nuestros representantes y libres de revocar esa representación si faltan gravemente a su cargo, libres de exigir que el sueldo mínimo alcance para vivir dignamente, libres para elegir quién maneja el dinero destinado a nuestras pensiones y jubilaciones, libres para darnos a nosotros mismos nuestra propia Constitución Política.

Y tenemos un plus, además de ser tan libertarios como la gente de derecha, creemos y buscamos justicia social y una vida más feliz para todos los chilenos: es fundamental buscar la raíz de la injusticia, preguntarse por ejemplo, si acaso la delincuencia y las conductas antisociales, en muchas ocasiones no son más que una respuesta extremadamente adversa a un sistema asimismo violento, cuyas concepciones y soluciones decimonónicas terminan por depredar la humanidad de las clases más desposeídas, sumiendo al pobre en la ignorancia, el consumismo, conformismo y normalización psicológica de la miseria; como si fuese normal vivir en viviendas diminutas, en barriadas de pedregales polvorientos y sin árboles, sin servicios cercanos, sin educación de calidad, donde el espacio público es paupérrimo y en la esquina hay un narco vendiendo pasta. 

Ese no es el Chile que queremos, y sabemos que ni los bonos, ni los lumazos de las policías solucionarán la enorme carencia de dignidad que ostentan los más pobres; ni las penurias y sacrificios a que es sometida la clase media para vivir dignamente. 

Es que, en el Chile post dictadura, siempre se habla de lo que ganamos al abrir el mercado al mundo, de lo mucho que se ha avanzado en derrotar la pobreza, de lo moderno que está Chile, país OCDE, etcétera. En algún sentido ello es cierto, EL PROBLEMA RADICA EN LAS MEDIAS VERDADES, pues aquí en el reino de lo absurdo, quienes abogamos por una asamblea constituyente, aparecemos como extremistas-anarquistas-totalitarios, como si sentarse a conversar del Chile que queremos fuese un acto de traición a la patria.

Esa es la paradoja del Chile fracturado el 73 en nombre de la libertad de elegir: la decisión del pueblo fue absolutamente ninguneada, pasada por el culo. ¿Y quién se acordó de la Libertad, mientras los libros eran quemados, las mujeres violadas, y los hombres torturados? Nadie.

Welcome to Chile, el reino de lo absurdo. Mientras no asumamos la fractura, toda solución será un mero y pinche parche.

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