Hoy, leía una interesante columna de Aldo Torres en El Mostrador, donde éste
reflexionaba, acerca de que, en realidad, los miembros del cuestionado Partido
Socialista son “capitalistas progres”, refiriéndose al escándalo que ha provocado
el reportaje de televisión que develó sus millonarias inversiones en SQM,
mineras y otras.
Me sonreí pensando en aquello de que “las ideas andan en el aire”, pues
precisamente ayer pretendía empezar esta columna y lo único que escribí fue el
título.
Concuerdo plenamente con el autor, excepto en una cosa: los socialistas,
no son capitalistas “progres”; su forma de actuar, de relacionarse con el poder
económico, las bases, y la ciudadanía, develan simplemente que, el Partido Socialista,
está lleno de conservadores y capitalistas a ultranza, “neoliberales metamorfoseados”,
barnizados de modernidad y tolerancia, por el simple hecho de haber participado
en su juventud, en alguno de los partidos que conformaban la Unidad Popular.
Es triste constatar, cómo el idealismo se suele ir perdiendo, conforme
va saliendo guata de oficinista y lobbista. Más triste es, constatar que muy
pocos de los jóvenes del 73, eran realmente consecuentes; de hecho, la mayoría
de aquellos consecuentes, llevan muertos 40 años y fracción u otros simplemente
murieron de pobres y de viejos, esperando que llegara la alegría.
Lo brutal, es que muchos de los personeros del PS que, actualmente
ocupan cargos políticos importantes, volvieron tan renovados del exilio que, uno
no entiende por qué, se auto denominan socialistas, si de socialistas, nada. Por
ejemplo, me pregunto si, Osvaldo Andrade aún es socialista
considerando el escándalo de la pensión millonaria de su mujer, versus las
indignas $119.000 que reciben
mensualmente, gran parte de los jubilados de este país.
Y es que, para
autodenominarse “algo” o “alguien” (lo que sea), se requiere de cierta
coherencia mínima entre el discurso y la acción.
Con el tema de las inversiones del Partido Socialista, considero que lo
reprochable, no es el patrimonio que ostenta la institución, sino el disfraz que
utiliza ante la opinión pública, ante el electorado. Pues, si levanto una
bandera de lucha social pro trabajador, en contra la concentración económica,
el abuso de poder en el mercado y la peligrosa mezcla de política y negocios,
es bien cara dura autodenominarse socialista, si ya no cree en el socialismo, o si se utilizan en privado las redes
que se combaten en lo público.
Lo anterior, lo afirmo con el apoyo de la historia. En 27 años, la nueva
izquierda chilena, si bien restableció bastante de lo perdido en 1973, objetivamente
no ha mejorado nada desde su arribo,
apenas nos sacó de la anormalidad en la que vivíamos y el resto lo hizo el
mercado. Me explico: La dictadura, fue
un doloroso lapsus en nuestra vida, una época de secuestro de la libertad y la
justicia social. No obstante, Chile existía antes de Pinochet y teníamos una Constitución
que había sido dictada en 1925; ya en esa época, se establecían garantías que involucraban
conceptos que, a la fecha, no se han restablecido de modo alguno, y cuya sola
sugerencia es considerada, casi revolucionaria, hasta por los socialistas. Cito
el artículo 10 N° 10 inciso 3 y N° 14 de la Constitución de 1925, juzgue usted.
“El ejercicio del derecho de propiedad está sometido a las limitaciones
o reglas que exijan el mantenimiento y el progreso del orden social, y, en tal
sentido, podrá la ley imponerle obligaciones o servidumbres de utilidad pública
en favor de los intereses generales del Estado, de la salud de los ciudadanos y
de la salubridad pública;”
“14° La protección al trabajo, a la industria, y a las obras de previsión
social, especialmente en cuanto se refieren a la habitación sana y a las
condiciones económicas de la vida, en forma de proporcionar a cada habitante un
mínimo de bienestar, adecuado a la satisfacción de sus necesidades personales y
a las de su familia.”.
Es interesante, ver cómo en el Chile pre dictadura y pre Unidad Popular,
inclusive, se hablaba de un derecho de propiedad que, no sólo cumplía una
función social, sino que debía contribuir al “progreso del orden social”, en
donde lo que se protegía no era “libertad de trabajo” (como establece la
constitución del 80), sino que se consagraba la “protección al trabajo” y la “protección
a la industria” (que actualmente no existe en Chile). Ya en 1925, la sociedad
chilena se había otorgado una norma fundamental que, establecía un parámetro
mínimo de bienestar para la persona y su familia; considérese que, estamos
hablando de 1925, es decir, el gobierno de Alessandri. Cosa muy distinta, fue la Constitución que
Allende estaba por someter a plebiscito en 1973, y que fue abortada de término,
a causa del golpe. Esa sí que era revolucionaria, porque se estructuraba en
torno al trabajador, no obstante, se concibió respetuosa de las libertades
individuales y consagraba el derecho a la propiedad y la libertad de enseñanza.
Uno, puede entender que la derecha tradicional y la centro derecha,
propugnen por la amnesia nacional, porque es natural en ellos querer que nos
olvidemos de todo, hasta de nuestras leyes de antes del golpe; lo rancio, es constatar el fuego amigo, pues, nuestros socialistas renovados,
se han enaltecido a sí mismos por “recuperar la democracia”, cuando en realidad se han
farreado la oportunidad construir y contribuir a reparar el Espíritu de Chile, salvajemente
vejado en 1973. En efecto, la izquierda socialista, ha contribuido activamente
en consagrar la Constitución neoliberal de Jaime Guzmán, y se ha servido de ella y sus mañas.
No obstante lo anterior, debemos como ciudadanos y votantes, hacer
también nuestro propio mea culpa y preguntarnos qué tan ingenuos o negligentes
hemos sido, cuando nos hemos “hechos los locos” al oír, por ejemplo, a Ricardo
Lagos hablando del “chorreo”, como ideal de justicia social; o al ver a Enrique
Correa, forrándose con el lobby, al mismo tiempo que instalaba a su hijo Carlos
Correa Bau, en la Secretaría de comunicaciones de La Moneda, a principios del
gobierno de Bachelet, etc.
Así, nos hemos negado a ver detalles al parecer, sin
importancia, pero muy reveladores de la naturaleza de las personas; como por
ejemplo, lo incoherente que resulta que muchos de los dirigentes y hombres
fuertes del socialismo, vivan actualmente por ejemplo, en La Dehesa (humilde barrio periférico,
preferido por muchos de aquellos antiguos exiliados, torturados e idealistas de
antaño).
En lo personal, me da lo mismo donde vivan o cómo vivan. Cada cual es
libre de elegir, mientras su bienestar y goce, no se sustente en la pobreza material
o moral de otro. Lo comento pues, los partidos políticos reciben financiamiento
fiscal; entonces cuando se habla de equidad y justicia social, esta
situación en particular resulta muy contradictoria.
Cabría preguntarse entonces, qué tan socialistas son los socialistas
chilenos; o si acaso efectivamente lo fueron alguna vez, y ya no lo son; o si tal vez, si
jamás lo han sido.
Así que, por favor señores del PS, ya basta de mentirse a sí mismos
y al electorado: si ustedes son capitalistas o derechamente neoliberales, y en
realidad aman a Milton y a Jaime, y no quieren desbaratar su legado, y por eso
aún reina en Chile la Constitución del 80 y el principio del Estado subsidiario:
asúmanse, salgan del clóset, váyanse a trabajar al directorio de alguna empresa
de las que han formado ustedes mismos o algún amigo. Ser capitalista a secas,
no es objeto de vergüenza en una sociedad libre y pluralista, a menos que se
abuse de la posición dominante.