Cuando las élites se disputan el poder político, comienza la venta de
sueños a la masa adormilada, llamada despectivamente
“la gente”, y todo el show mediático para captar votos de los zombies citadinos,
de los walking dead políticos en que, nos hemos transformado los chilenos, se
despliega.
Cuando una elección se acerca, entonces la clase política chilena,
emparentada hasta el incesto con la elite económica, empieza la batalla de
ideas vagas, frases rimbombantes y vacías que, manosean hasta lo asqueroso,
conceptos y principios profundos como, amor, justicia, libertad, igualdad,
equidad, responsabilidad, voluntad, solidaridad, etc, tratando de seducirnos
con sus cantos, para que los interesados de uno y otro lado, migren desde los
directorios de las empresas al poder ejecutivo y legislativo, conservando de manera alternada, el sueldo
reguleque, los contactos, y el poder.
¿Y nosotros, los representados? Bien, gracias… acá en el celu mirando Facebook,
enterándonos impasibles y conectados a la Matrix que, el mundo se reestructura
vertiginosamente; y que acá en Chile, los políticos que recuperaron la
democracia y los que perdieron la tiranía, son todos amigos o parientes, que han abusado del poder que nosotros mismos les
entregamos para que representasen nuestros intereses; repartiéndose en cambio, los
cargos y concertándose con las
conglomeraciones empresariales e instituciones gubernamentales, para obtener
todo tipo de privilegios que incluyen, por cierto, los perdonazos tributarios a
los que, un ciudadano de a pie, jamás podrá aspirar.
Este año, nos enteramos que, los militares se robaron plata; que los
carabineros se robaron plata, que Garay ha sido el chivo expiatorio de muchas
estafas y hasta los exámenes ginecológicos de Nabila Rifo han sido desclasificados
en nuestra vulgaridad y morbo infinitos. Y resulta que, a fin de año, hay
elecciones presidenciales y pareciera que, con la venia de nuestra desidia
política, los brazos cortos de Piñera, alcanzarán nuevamente el Palacio de la
Moneda y lo poco que le queda en bienes y acciones al Estado de Chile, se
venderá a vil precio, como suele ocurrir desde hace un tiempo con casi todos los
gobiernos de turno. Sí, porque todos nos han vendido un poquito. Pero la culpa
no es del chancho.
Nosotros, sabemos que nuestros representantes, sean quienes sean, tienen una
cuota de poder importante para construir un Chile que se acerque más a nuestro
sueño de un país justo y amable con la ciudadanía que lo conforma.
El gran problema, la tragedia de Chile, radica en que por un lado, nuestros
antiguos revolucionarios pijes y renovados, estuvieron tan exentos de valentía, que la alegría
tan esperada nunca llegó; y seguimos viviendo en este universo distópico
creado por Jaime Guzmán, y cuyos musos ideológicos fueron Francisco Franco y
Milton Friedman.Por otro lado, la actual vida cívica de la polis, es un
reality permanente y cada vez más rasca, donde varios aspirantes al Congreso y hasta un par de presidenciables
están imputados por algún delito económico y/o tributario, fraude al Fisco incluido.
¿Tenemos los ciudadanos, alguna responsabilidad en nuestra propia desgracia,
al elegir desde la negación, la opción menos mala, o menos tiránica, o menos
ineficiente? ¿Cuál es nuestra responsabilidad social, al no ejercer
voluntariamente el derecho a votar?
Cada uno de nosotros, tiene un poder del cual debe hacerse responsable,
este es nuestro país. Los legisladores y el poder ejecutivo, debiesen operar,
de facto, como representantes de nuestros intereses, para obtener los fines que
atañen a los representados, y no en pro de sus propios intereses particulares,
siempre relacionados con el dinero y/o el poder.
Finalmente, el 19 de noviembre de 2017, hay que elegir Presidente de la
República. Ello es un tema complejo,
porque estamos en un momento histórico a nivel nacional e internacional. En el
mundo, ad portas de una guerra entre naciones, con Siria, como campo de
batalla. A nivel nacional, las demandas sociales son diversas y muchas de ellas,
dicen relación con una nueva visión, del rol que debiese tener el Estado para
facilitar las trasformaciones requeridas, considerando desde luego, nuestra
historia, nuestros errores y horrores, nuestros sueños y esperanzas.
Lamentablemente, la improvisación de la Nueva Mayoría en todas las
reformas, fue tan rasca que, pareciera que todo fue mal hecho a propósito, casi pavimentandole el camino a Piñera. No obstante, la ciudadanía sigue consciente de lo importante que es manifestarse
políticamente y luchar por lo que se cree justo, con respeto y empatía por la
visión del otro, pero con la dignidad de lo que nos es propio.
Es importante entender que, para no perderse en este viaje hacia el
manoseado ideal de “una sociedad más justa”, ha de entenderse que, esta
anhelada justicia no puede ser tal si, por ejemplo, la dieta parlamentaria
líquida y sin asignación es de $6.580.000.- y el sueldo mínimo de $250.000
pesos, ejemplo clásico de lo inequitativa de nuestra sociedad. Ex profeso digo
inequitativa y no desigual, pues el concepto de lo igual y la palabra igualdad
es la más prostituida de los últimos tiempos, ocupada para cualquier cosa, a
propósito de lo que sea, bueno o malo según del lado que venga. Ni hablar de la
libertad, para algunos de nuestros empresarios, reventar un mercado a base de colusión, es un acto de
libertad económica.
Por ello, se vuelve urgente un nuevo pacto social; un proceso constituyente
en donde la ciudadanía tenga participación activa en la discusión y decisión de
la Norma Fundamental. Es importante, tener claro cuáles candidatos están a
favor de un cambio constitucional que, permita una transformación real del país,
de acuerdo a los nuevos valores de la sociedad chilena, ya sea a través de una asamblea
constituyente u otro proceso que asegure participación activa y vinculante de
la ciudadanía.
Sólo un saurio de mente anquilosada, podría afirmar que el proceso será un “fumadero
de opio”: es posible una discusión seria, mesurada y responsable; constructiva
y crítica, donde participen todos los actores importantes, debidamente
representados y en igualdad de condiciones, pudiesen discutir, los términos
para una nueva Constitución Política para Chile.
A la fecha hay cerca de 18 pre candidatos, y la pregunta es: ¿quién podrá
representarnos? considerando que, el imputado candidato
Sebastián Piñera, representa sus propios intereses y los de su sector, y la Nueva Mayoría ya no existe.
Por último, una reflexión. Hace unos meses, los norteamericanos veían a
Trump como la distopía más improbable, y ahí está; lanzando la “madre de todas
las bombas”. Nadie se la jugó por Bernie Sandders, y la cuestionada señora
Clinton, no pudo nomás. Dicen que, los pueblos tienen los gobernantes que se
merecen, y lamentablemente los gringos no fueron a votar. Pobre de ellos.
Pregunto: Si los pueblos tienen los gobernantes que se merecen ¿A quién se
merece usted de Presidente?
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